Hablan las víctimas a través de sus relatos, donde se da a conocer cómo el sindicado director de la Iglesia Centro Cristiano de Alabanza El Shaddai, en Bogotá, Colombia por mas de 25 años en el ejercicio de su pastorado ha cometido las mismas acciones. Desde marzo de 2019 se presentó la primer denuncia y ya reposan más de 10 casos en la Fiscalía General de la Nación. Muchas más víctimas están denunciando por redes sociales, donde narran los abusos y violencia sexual a los que fueron sometidas. Aquí las estamos publicando porque solo romper el silencio nos llevará del silencio a la vida.

La identidad de las denunciantes ha sido protegida y se publica con el consentimiento y previa autorización.

Tatiana, 40 años. Sobreviviente de Violencia sexual en contexto de fe.

Denunció el 4 de Octubre de 2019.

Llegué de 16 años a esa secta y quien ahora es mi esposo llegó de 19 años, prácticamente nos terminó de criar ese señor. Desde que llegué uno de sus juegos era que dijera pollito, mientras me apretaba los cachetes y me daba un beso en la boca; por ahí empezó todo. Muchos años después mientras estaba solo en su oficina me llamó, me pidió sentarme al lado de él en un sofá, se acercó lo suficiente para tocarme la cola y decirme cosas como que siempre había sido su amor platónico y su favorita, me dijo que tenía un cuerpo muy lindo pese a que ya había tenido hijos, se acercó más y me besó en la boca con lengua, yo solo me congele, un frío me recorrió el cuerpo y me desconecté. A los diez años había tenido un episodio similar de abuso y solo me congelé, (me vi de nuevo sentada en el bus de la ruta), no pude reaccionar. El “Pastor” me dijo que no dijera nada que era un secreto entre los dos, que ahora era su novia. Muchos preguntan por qué no grite o lo detuve, (la verdad al día de hoy no se ni como llegue a mi casa), bajé la escalera de esa oficina temblando, un nudo en la garganta no me dejaba respirar bien, quería llorar, para ese momento yo sentía que era la culpable “su tentación”. Me llamó al otro día a confirmar que no iba a hablar con nadie, ni siquiera con mi esposo de eso, «hasta la tumba», insistió.

Luego de eso iniciaron los episodios mas duros de abuso y acoso, ya estaba casada y con hijos y él mismo había oficiado la ceremonia y presentado (bautizado) a nuestros hijos, mi esposo tenia una relación de confianza con él y lo veíamos prácticamente como un papá. Nunca imaginé que un beso en la boca iba a ser el que bajara mis alarmas, y que aunque le tenía confianza y de corazón lo quería, eso era un abuso.

Él no me penetro; nunca me dejé! pero fueron muchas las veces en que me propuso sexo oral y anal, era agotador porque cada vez que me reunía con él, la conversación terminaba en temas de índole sexual con una carga muy pesada, era repetitivo escuchar las quejas por la inconformidad con su esposa en la cama; llego a mencionar que en un promedio de cuatro meses solo habían tenido relaciones una vez, que él se había casado sin estar enamorado, que la mujer que le gustaba lo había dejado, que yo me parecía a otra de la que había estado muy enamorado “una doctora” pero también mencionaba relaciones pasadas con otras mujeres y lo que había hecho; cómo las penetraba, lo que les hacía, donde lo hacía y sus preferencias respecto a ello. Me contaba que se había masturbado en su casa pensando en mi, que se deleitaba mientras yo cantaba en la “iglesia” y que lo excitaba, me comparaba, me medía, me tocaba, era agotador, él era mi papá”, me había tenido a su lado más de 15 años y ahora no sabía muy bien que rol jugaba en mi vida y yo en la suya.

Fueron varios meses de las mismas rutinas, que incluían palabras y gemidos en el oído, comentarios despectivos de su esposa, se acercaba para masturbarse contra mí, me hacía propuestas, se inventó un puesto laboral para poder tenerme cerca y aprovechando la necesidad económica se ofreció como el redentor que “quería ayudarme”.

La verdad sentía vergüenza y miedo, siempre pensaba que yo era la culpable, la que lo hacía caer y pecar, pensaba que había sido débil al no ponerle límites, pero él era la figura espiritual, en parte paterna, en parte la que proveía, todo eso en mi cabeza se enredó, no fui capaz de hablar; me callé! usaba pasajes bíblicos donde justificaba que el sexo oral y anal no eran pecado; solo era adulterio si se penetraba a una mujer, que no me sintiera mal porque me lo proponía, se mostraba con mucho descaro al decirme que él no se sentía mal de hacer y pensar eso y luego subir a predicar, que Dios no lo juzgaba, me parecía muy cínico, pero él mismo me había enseñado a no juzgar a nadie, y menos al “ungido”, lo vi como la caída de un hombre, un viejo verde, y lo separe de su vestido de» Pastor», ya con otra óptica empecé a atar cabos y a ver sus acciones con cierta malicia, y fue donde note que no era yo sola, muchos habíamos normalizado los besos en la boca al saludar, pero con otras mujeres usaba las mismas palabras, “mi favorita”, “mi reina”, “mi confidente”, “es que es una mamacita” decía.

Hablé casi nueva meses después de estar siendo violentada, le conté a un amigo; pero solo las partes “menos vergonzosas”, luego con más fuerza, decidí contarle a mi esposo, se derrumbó! no logró dormir por varios días; llorábamos juntos, lloraba el solo, fue muy difícil, lo más duro fue continuar como si nada, ese señor tenia bastante terreno conquistado en nuestras vidas: laboral, espiritual, mental, financiera y ahora físicamente.

El amigo al que le conté, decidió irse de esa secta, nosotros con la puerta abierta para poder salir también, decidimos quedarnos, pensamos en las personas, en todo lo que habíamos hecho, en tantos que nos querían, en los sueños que él mismo nos había pintado y lo que nos faltaba por hacer, y nos quedamos. Además habíamos visto y vivido de primera mano su violencia física a varios compañeros y amigos de la “iglesia”, es un hombre grande, de manos pesadas y con un temperamento desbordado, su esposa lo había tenido que controlar varias veces para que no golpeara a algunos de los adeptos de esa secta y otras veces incluso mi esposo lo detuvo también; además temíamos por el escarnio que habíamos visto reiteradamente cuando alguien se iba de ese lugar y las maldiciones que lanzaba por abandonar la “sana doctrina” y tener poco discernimiento; quien le reclamaba estaba levantando la mano contra el ungido y Dios no iba a dejar en vergüenza al enviado de Dios. Así que si uno se iba, se llevaba la carga de las maldiciones, el vituperio y escarnio públicos y además si estaba de mal humor de pronto también se podía topar con sus manos; eso sin contar que si se siente expuesto expía sus culpas sobre quienes se van, acusándolos de los actos indecorosos que él mismo realiza en su oficina y en las instalaciones de la supuesta “iglesia”.

Varias veces le dije que no quería que me saludara besándome en la boca, que ya estaba cansada, que para mi esposo y mis hijos era incomodo y que me hacía sentir mal, solo me decía que él hacía lo que quería, que yo era suya y que me saludaba como quería.

Siempre escuche cómo las que se iban eran mujeres fáciles, tildadas por él de rameras, zorras, que lo buscaban y asediaban, “la verdad su aspecto es poco deseable” y si logra acceder a las mujeres es por abuso de poder y por el grado de manipulación que ejerce, por ofertas laborales y ayudas económicas con las que compra a sus víctimas, en parte por eso no hablé, sabía lo que me esperaba y lo que iba a tener que enfrentar mi familia; pero luego de tantos años de sueños frustrados, estancamiento, abuso, una visión errada de lo que es el cristianismo y las pocas expectativas de que los abusos iban a terminar, salimos!

Nos costó como familia, pero conocimos de más casos y ahí se abrió de nuevo una puerta, esta vez salimos por ella. Personas que han pasado por lo mismo nos hallaron, nos consolaron y nos motivaron a seguir, lo triste es que no estoy sola en esto, pues conmigo hay más víctimas que como yo, escucharon el cuento del amor platónico, de que era su favorita y que eso debía ser un secreto entre él y todas hasta la tumba.

Fue hasta que vi un video donde se hablaba de acciones y actitudes que se entienden como violencia sexual que dejé de sentirme mal por él y por lo que «supuestamente» le causaba y entendí que me había manipulado y yo no era la causa de su pecado sino la víctima de sus actos.

Había sido usada, manipulada y abusada.

Permanecimos en ese lugar muchos años, (más de veinte), pero ya cansados psicológica, físicamente y emocionalmente nos dimos cuenta que estábamos estancados. El golpe de realidad nos cayó sin anestesia, si bien, descansé por no ser la culpable, de repente todo lo que había guardado tantos años emergió como una avalancha y se llevó todas mis emociones por delante, entré en depresión y ansiedad, diagnosticada con Síndrome de estrés post traumático.

Ahora somos varios luchando por lo mismo, porque ese señor no continúe usando el nombre de Dios para violentar mujeres, niñas y familias, ya que en esto no soy solo yo la víctima, mi esposo, mis hijos, mi familia entera ha sufrido. Lo más duro fue escuchar a dos de mis hijas diciéndome que este personaje ya las estaba saludando de besos en la boca y muchos dirán que un “pico” es una muestra de cariño, pero si leyeron bien, por un “pico” en la boca empezó todo para mí, y no iba a dejar que le pasará lo mismo a ellas. No se pueden normalizar estos actos!.

Amo a Dios como a nada en el universo, pero alguien se aprovechó de eso, “de mi fe”, usó, manipuló, tergiversó y controló la palabra y mi vida, no quiero que eso le pase a más mujeres o niñas, “esto debe parar”.

Francisco Jamocó, se oculta tras de un púlpito y de la figura de una persona divertida y bonachona, pero detrás de eso se esconde un acosador, un abusador, un manipulador, una persona con comportamientos reprochables a la que según él, las mujeres lo asedian y las personas quieren sacarle dinero, por mi parte lo que yo busco es la verdad, que no se repitan estos casos y que hallemos la justicia humana o la divina.

#fesinviolenciasexual