La identidad de las denunciantes ha sido protegida y se publica con el consentimiento y previa autorización.
Laura. 36 años. Sobreviviente de Violencia sexual en contexto de fe.
Esto lo escribo por muchas o muchos que no han podido romper el silencio, para que tomen valor y puedan identificar algunas de las formas como un agresor trata a sus víctimas.
La primera vez que el agresor se acercó a mí para violentarme sexualmente fue en su territorio, es decir, en la “iglesia”. Se presentó como el pastor que conocí y en el cual tenía depositada mi confianza.
Cuando yo ingresé tenía 13 años, empecé a asistir porque una hermana me invitó y me llevaba con ella a las reuniones, ella había sido invitada por un viejo amigo. El lugar estaba dirigido por un líder que aparentemente ama a Dios y predica las escrituras de la forma correcta y sin religiosidad, eso hace que la atención de uno se centre en la secta. Realmente es cautivador su discurso acerca de Dios, su carisma y supuesta transparencia como ser humano me permitió creer sus discursos.
Poco a poco empecé a involucrarme más, asistía con mayor regularidad y gastaba mi tiempo en reuniones y servicios dentro de este lugar, era una falsa forma de servir a Dios.
Ya siendo mayor de edad me contrataron para trabajar directamente con pago remunerado y fue a partir de ese momento que empezó mi mayor pesadilla, al cabo de unos pocos meses mi pastor y líder religioso y ahora mi jefe inició con sus abusos hacia mí. La primera vez que abusó de mi fue mientras yo estaba trabajando. Él llegó sin su esposa y me dijo que lo acompañara, mi pastor se sentó en una silla, me tomó del brazo y me sentó en sus piernas, mi cola sintió inmediatamente su pene erecto y yo quede totalmente pasmada, recuerdo que le dije que yo lo veía como un padre y creo que no fui capaz de hacer nada más.
Esa noche lloré en mi cuarto profundamente, yo llevaba pocos meses de casada y me dio mucha vergüenza contarle a mi esposo lo sucedido, apenas tenía 21 años cuando pasó esto. Ahora recuerdo que para mí a partir de ese día se había acabado la felicidad, yo solo aparentaba como si nada hubiese pasado pero la verdad fue muy duro para mi aceptar que mi líder religioso era un abusador, yo solo hice como si nada hubiese pasado.
El abusador (mi jefe y mi pastor) Francisco Jamocó, después me explicó a solas que no malinterpretara la situación y que no había pasado nada. Tiempo después el pastor nos ofreció a mi esposo y a mí un puesto como líderes en la secta, hoy pienso que fue otra forma para tenernos más controlados y manipulados, sin embargo, nunca sucedió el supuesto cargo de liderazgo.
Al cabo del tiempo yo seguía trabajando en ese lugar, necesitaba pagar mi universidad, a mi esposo se le había terminado el contrato laboral y sentí más presión en quedarnos sin ningún recurso y lo peor es que no podía decirle a mi esposo que ya no quería trabajar allá porque había sido abusada, pues nunca le conté sobre los abusos porque me daba mucha vergüenza, temor y no sabía como decir lo que me había pasado. Para la víctima muchas veces es menos difícil callar y hacer como si nada pasara y siempre se guarda una falsa esperanza que será el último abuso. Lamentablemente para mí el abuso se fue intensificando, el abusador naturalizaba todo y lo hacia ver como si fuera permitido por Dios.
Cuando él quería abusar de mí, me mandaba a llamar a su oficina con cualquier pretexto y me decía que me acercara a él. Mientras yo leía informes mi pastor me tocaba la cola y mis piernas, esto sucedió muchas veces. Yo solo bloqueaba mi mente y hacia como si no estuviera allí.
Por ejemplo, para sus saludos yo siempre le puse la mejilla, sin embargo, el me daba los besos en la boca como si no fuera algo malo y en realidad si tenía todo de malo. Un líder religioso no debe saludar a sus asistentes de besos en la boca, ni tampoco un jefe debe tocar a sus empleados por su posición.
En muchas ocasiones en su oficina él empezaba a hablarme de las relaciones intimas con su esposa. Nada tenía que ver con mi trabajo o con mi asistencia como oveja a la secta, sin embargo, él casi siempre iniciaba sus conversaciones en la oficina pastoral con temas obscenos, me decía que no podía tener relaciones con la esposa pero que si pensaba en mi se le paraba el pene y podía estar con su esposa. Mi pastor decía que a su esposa no le gustaba el sexo y que él tenía frustraciones en su parte sexual.
Otras veces me contaba las historias de sus consejerías donde decía que a muchas mujeres les gustaba que les hicieran sexo anal y que sus esposos no las complacían. Realmente él contaba muchas cosas sobre relaciones sexuales para sacarme información de las relaciones íntimas con mi esposo y me preguntaba que si me gustaba esto o aquello o que con cuánta periodicidad yo tenía relaciones con mi esposo, él contaba primero sus historias para crear un ambiente de supuesta confianza y hacer parecer que no era malo hablar de sexo porque Dios lo permitía, todo con el fin de que yo le contara sobre mi intimidad.
Todos esos temas eran muy incómodos para mí. En muchas ocasiones le manifesté mi incomodidad y le decía que eso era algo que él no debía saber, sin embargo, era tan hostigador y manipulador con la Biblia que yo terminaba entregando información muy superficial para que me dejara en paz y pudiera salir de la oficina. Él siempre lograba sus objetivos con su manipulación.
Cuando yo me ponía a llorar por los abusos que él me hacía tocándome o diciéndome que me moviera de esta forma o de otra con mi cuerpo, mi pastor y jefe Francisco Jamocó inmediatamente reaccionaba diciéndome que tranquila que Dios lo permitía, que además no estábamos haciendo nada malo porque él no estaba introduciendo su pene en mí, pero que en el momento que introdujera su pene si era la muerte. Que Dios permitía ciertas cosas para que él pudiera seguir predicando la palabra y que por medio de la iglesia es que Dios nos bendecía. Saber que todo fue manipulación sutil. Antes no lo podía ver porque para mí la iglesia y el pastor era el elegido por Dios y ayudaba a mucha gente.
En mi trabajo muchos sabían que él era un pervertido, pero tampoco nadie me advirtió de eso, muchos sabían que entrar a esa oficina era ser abusada sexualmente, pero nadie fue capaz de romper el silencio, sólo hacían como si nada pasara. Muchas veces salí de esa oficina pastoral llorando, pero nadie hacía nada, incluso muchas veces mi jefe inmediata me recriminaba el llorar en el trabajo. Mi jefe inmediata también sabía que el pastor abusaba de mí, pero tampoco hizo nada, al contrario, también me maltrató muchas veces acosándome laboralmente, lo que empeoró la situación que vivía.
Durante mi tiempo laboral me ascendieron de puesto y fue horrible porque me recargaron trabajo, me bajaron la autoestima a lo más profundo, sentía miedo de equivocarme en mis tareas diarias y aunque fueran las tareas más sencillas yo ya no me sentía capaz de ejecutarlas. Mi primer empleo formal fue en la secta, entonces pensé que eso hacía parte de cualquier empresa, pensé que la presión constante, las horas laborales hasta tarde eran comunes. Muchas veces quise renunciar, pero nunca sentí la fuerza para poder hacerlo, pues mi autoestima estaba tan baja que pensaba que nadie querría trabajar con alguien tan incapaz como yo. Era un conflicto constante porque, aunque yo soy muy inteligente, no podía actuar por mí misma, era negarme todos los días a ser yo.
Tanta era la presión laboral y los abusos sexuales que yo no dormía en las noches, no me daban muchas ganas de comer, tenía la constante sensación de que todo me iba a salir mal, incluso llegué a tener pensamientos suicidas y era un problema conmigo misma porque no era capaz de dejar todo botado y huir de esa secta.
Supuestamente, gracias a la oportunidad de trabajo en ese lugar yo tenía todo en mi vida y tenía una estabilidad laboral, tenía mi apartamento, tenía mi estudio, mejor dicho para ellos yo vivía feliz y tenía todo lo que la gente podía desear y lo peor es que yo me lo creí, creí las mentiras del abuso laboral como si fueran normales, creí que tenía que soportar los abusos sexuales, creí que yo no tenía valor, creí que nadie me daría trabajo, creía que tenía que guardar silencio para siempre porque esa era la voluntad de Dios y porque nadie me creería si yo rompía el silencio.
¿Cómo explicaría tantos años de abuso sexual por parte de mi pastor y jefe? ¿estaría dispuesta a que me acusaran? ¿Estaría dispuesta a afrontar todas las palabras ofensivas y señalamientos que me harían?¿Estaría dispuesta a ser maldecida por haber tocado el manto de un ungido?
Lamentablemente, el que era mi pastor tenía todas las de ganar, tenía su espacio laboral perfecto para abusar de mí, tenía un equipo de trabajo que le tenía miedo y que también estaba manipulado para que nadie interviniera en sus espacios de abuso, tenía el dinero para silenciar a las personas, tenía manipulada la Biblia para que yo creyera que todo era permitido por Dios, tenía el control y el poder que es lo que más le satisface.
La noche que le conté a mi esposo fue una noche muy dolorosa para él y para mí, tanto que sentí morir del dolor de reconocer que había sido una víctima de una secta y que por años fui abusada sexualmente, maltratada laboralmente y torturada psicológicamente. Decidí por mi propia cuenta denunciar y poner mi caso ante la Fiscalía, y ese doloroso inicio por romper el silencio fue la mejor decisión que he tomado, porque gracias a eso cada día soy libre y aunque aún estoy con terapias psicológicas, reiniciando mi fe en el verdadero Dios, construyendo mi autoestima, construyendo mi hogar, construyendo verdaderas amistades, en fin construyendo, definitivamente romper el silencio me ha traído libertad.
Gracias a Dios por la fuerza que te dió para hablar. No es hora de callar.
Mujer valiente, para ti Proverbios 31, gracias por tu testimonio, nos hará fuertes y decididas, evitará que otras mujeres caigan en la red de ese desgraciado!
Estoy en chok como puede alguien ser tan vil y jugar con la fe de la gente sin el temor de Dios